domingo, 21 de septiembre de 2014

María, Refugio y Consolación

Desde la calma de la tarde, pero con los nervios aun a flor de piel, quiero expresar lo que, para mí, ha sido un día pletórico. Un día que se levantaba difícil, un día de nervios y por qué no, de mucha responsabilidad. Un día donde el tiempo no quería acompañarnos, pero sólo tú, sólo tú Madre querías brindarnos las emociones vividas hoy.

No sé como agradecerte este día tan especial y la única razón que se me ocurre es ésta. Escribirla. 

De hecho, has hecho posible un día de rezo, convivencia, sentimientos y amistad. Ya no hablo de lo guapa o requeteguapa que puedas estar (porque siempre lo estás), hablo de la gente que mueves a tu alrededor la cual nos postramos a tus pies para seguirte, pedirte, rezarte y darte las gracias por todo lo que nos das. 

Cada día es mayor, cada día somos más, cada día la Hermandad avanza y crece, crece y crece hasta llenarse de días como el de hoy a tu vera. 

Por eso, gracias por dejarme seguirte, gracias por los amigos que me has dado a los que admiro, por enseñarme a querer ayudar a los demás, por darme un futuro junto a la persona en la que en semanas compartiré mi vida en matrimonio, gracias por darme personas que son ejemplos a los que seguir, por acoger a mi familia (ya que has conseguido que por circunstancias de la Hermandad, mi madre pueda sentirse viva y ayude a la Hermandad sabiendo el esfuerzo que le supone), gracias por hacerme crecer a mí como persona, gracias por todo.

Y es por ello, que seguiré brindando mi tiempo para tí, mis ideas y mi forma de ser en las que te daré muchas razones cada día para seguirte. Porque es así, es así mi querida Hermandad como  quiero verte cada día: completa, viva y creciendo cada día más. 

¡Viva la Hermandad de la Sed!